Decirte que el Land Rover Defender no ha cambiado en nada desde que salió en 1983 no difiere mucho de la realidad. Y tampoco es que el defender haya cambiado mucho desde su antecesor que salió en 1948, pero ese es otro tema. La verdad es que es un coche hecho para trabajar, y que cumple con creces sus pretensiones.
Ha recibido un nuevo motor de 2.2 litros diésel que sólo entrega 122 CV de potencia, pero al Defender no le interesa la potencia, sino el par. El par es de 360 Nm a 2000 rpm, que junto al poco peso del conjunto sigue siendo el aliado perfecto para las fincas. Este motor está pensando para cumplir con las normas, cumple la EU5, expulsando 266 gramos de CO2 al kilómetro.
Y, salvo sorpresa, será su última actualización. Es cierto que desde hace unos años viene dando más concesiones al confort en el interior, pero el Defender jamás fue un coche confortable porque ese no era su fin. Su fin era poder circular por dónde hiciese falta, con todo lo que se quisiera encima de él, y siempre lo ha conseguido.
En el próximo salón de Fráncfort, Land Rover tiene previsto presentar un concept que anticipe las nuevas líneas del relevo al Defender. Estéticamente lo necesitaba, puesto que su diseño tiene 28 años salvo pequeños retoques más funcionales que estéticos.
Se rumorea que pueda ser hasta híbrido el nuevo Defender. Quizás haya que tener más cuidado con él y el agua, pero el par que proporciona desde cero un motor eléctrico no tiene precio. También se habla de uso de fibra de carbono en zonas estructurales, cosa que no me termina de gustar del todo. Servirá para reducir peso, muy bien, pero si una pieza de carbono se rompe no se podrá enderezar tan fácilmente como el metal del aluminio.
Vía Autoblog
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