Muchas son las marcas que han decidido romper sus esquemas tradicionales para ofrecer un modelo revolucionario bajo su nombre, un concepto nuevo, totalmente diferente a lo que están acostumbrados a ofrecer. Este caso se ha dejado ver en especial en algunas marcas legendarias de superdeportivos, y un claro ejemplo sin duda de ello, es el de Porsche. A mediados del año 2000, Porsche vio que la nueva generación del 911, el 996, no estaba siendo tan exitosa como lo habían hecho sus antepasados, y eso les estaba pasando factura.
Por ello Porsche tuvo que “tirar la casa por la ventana”, y ofrecer un modelo totalmente diferente a lo que habían ofrecido hasta el momento. Decidieron pues optar por lanzar algo diferente a lo que habían lanzado hasta el momento, como un todocamino de lujo. Con la esperanza de que éste captase al mayor número de público posible, pues de él dependería el futuro de la legendaria marca de Stuttgart. Se pusieron manos a la obra, y con la ayuda de Volkswagen, desarrollaron el Cayenne, basado en el Volkswagen Toureg. Ambos modelos salieron casi al mismo tiempo, pero para suerte de Porsche, el Cayenne resultó ser más exitoso que su compañero, y por lo tanto un gran “salvavidas”.
Pasaron los años, y Porsche volvió a arriesgarse, pero esta vez sin tender su vida de un hilo. Gracias a las ventas del Cayenne Porsche gozaba de ingresos suficientes para poder seguir con el legado de sus principales modelos, y además permitirse el desarrollo de otros nuevos. Así que esta vez sin riesgo alguno, lanzaron el Panamera, una berlina deportiva que también ha sabido ganarse la aprobación del público.
Pero Porsche no es el único buen ejemplo de este caso, Aston Martin también tiene mucho que hablar sobre este tipo de situaciones, pues después de tantos años “sobreviviendo”, decidió hacer realidad el sueño de volver a sacar una berlina deportiva, que además de competir con el recién mencionado Porsche Panamera, consiguiera aumentar su clientela. Así que lanzó al mercado el Rapide, que reunía las características de un superdeportivo, con la comodidad de una berlina. No obstante, Aston Martin estaba en racha, y decidió arriesgarse un poco más, sacando a la venta un “city car” que presentase el lujo de un auténtico automóvil de alta gama.
Lo cierto es que en los tiempos que corren, las marcas buscan principalmente reducir las emisiones y el consumo, y Aston Martin pensó que también podía ofrecer eso en un modelo que no estuviese vinculado demasiado con los del resto de su gama. Así que emprendió el desarrollo de un modelo al que llamarían Cygnet, que desarrollarían con la ayuda de Toyota. Básicamente lo que podemos decir que hizo Aston Martin es tomar un Toyota IQ, hacerle un pequeño lavado de imagen, y tapizarlo como un coche de lujo.
Muchos pensaron que esto acabaría siendo un fracaso, pues el Cygnet monta incluso el mismo motor que un IQ, por lo que los cambios respecto a un IQ, son tan sólo estéticos. Sin embargo el Cygnet permite un catálogo bastante completo, para que su personalización esté totalmente asegurada. Desde todo tipo de tapicerías y materiales, hasta cualquier color que se desee. Pues según las palabras que un ejecutivo de Aston Martin le ha dicho a la revista Autocar, el Cygnet está siendo tan solicitado que se han quedado prácticamente sin unidades en Stock.
Esto es un claro ejemplo de que el lujo y la exclusividad vende, por muy “abstracta” que pueda llegar a ser. Y al igual que Porsche consiguió triunfar con el Cayenne, Aston Martin nos ha demostrado que ellos también lo han conseguido con el Cygnet. Ahora os pregunto, ¿os compraríais un Cygnet? A mí un coche como el IQ ya me resulta un tanto “ridículo”, por lo que por mucho tapizado y sobrenombre que intente tener, para mí un Cygnet sigue siendo lo mismo.