El piloto inglés Dan Wheldon de Emberton, Inglaterra, falleció durante la disputa de la última prueba de las IndyCar Series disputada en Las Vegas.
Anoche, antes de conocer esta fatídica noticia, vi el accidente y podría pasar por ser una tangana más de las que se forman en cualquier carrera en EEUU. Hasta quince vehículos se vieron implicados en el accidente, pero Dan Wheldon, el último en llegar al accidente, fue el que salió peor parado.
El actual ganador de las 500 millas de Indianápolis (sí, una carrera que por solo ganarla ya eres leyenda) se topó con toda la montonera y no pudo hacer nada. El vídeo sobra, porque ni se ve nada ni hace falta verlo. El coche salió volando contra las vallas del circuito oval y el arco de seguridad superior cedió provocándole “heridas incompatibles con la vida”.
Con la cantidad de seguridad que llevan los pilotos, los coches y los circuitos es realmente extraño que ocurran este tipo de cosas. Quizás los circuitos ovales aún tengan lagunas de seguridad, como por ejemplo que los muros sean de hormigón el algunos trazados como éste de Las Vegas, pero es lo de menos.
Siendo sinceros, es algo que podría pasar. Los pilotos se juegan la vida en cada curva, y no nos damos cuenta. A velocidades superiores a 350 km/h intentan adelantar al piloto que va delante. Esta vez la suerte le jugó una mala pasada a Wheldon, que con todas las medidas de seguridad posibles a su disposición, aún no se pudo hacer nada.
Espero que esto sirva para los que se creen que la calle es un circuito. Porque si ni en los circuitos con medidas de seguridad extremas en cada punto pasan cosas de este tipo, en la calle, que ni si quiera se mantiene correcta la altura de los resaltos para los pasos de peatones, que podemos esperar cuando se produzca el accidente.
Los moteros tienen una ley, que sirve para cualquier conductor, que dice que sólo hay dos tipos de moteros: el que se ha caído y el que se va a caer.
[…] vez, si es que la muerte de Dan Wheldon o la de Marco Simoncelli te parecieron poco crueles, ha perdido del todo la gracia. Ramiro Tot, un […]