Despedirnos de una posesión que durante años ha estado a nuestro servicio aguantando a pesar de cualquier tipo de adversidades, puede llegar a ser muy duro. Ya sea una casa o un coche, cuanto más años lleve con nosotros, más dura será la despedida, una despedida que al fin y al cabo se efectúa en gran medida porque así lo hemos decidido. Así que cuando se opta por “dar largas” por ejemplo a un viejo coche que lleva muchos años con nosotros, lo mejor es que hagamos una despedida lo más rápida posible, para que luego no lleguen los remordimientos ni se acumulen los recuerdos.
No obstante, parece ser que hay personas que se vinculan tanto a un bien, que cuando deciden soltarlo tienen que montar un drama digno de película. Esto es lo que ha pasado con Harry Ettling y su Honda Civic de 1982, al que apodó cariñosamente como “Bluey”. Tras darle muchas vueltas a la cabeza, Ettling decidió mandar su coche al desguace, una decisión que como podréis comprobar, el coche estaba deseando incesablemente.
Pero Ettling no se conformó simplemente con llamar a la grúa o llevar él mismo a su Civic a ese paraíso que el pobre coche ansiaba desde hacía años, sino que celebró una ceremonia de despedida a lo largo de la calle dónde vivía y dónde aparcaba al desdichado Civic desde casi toda la vida. En dicha ceremonia Ettling condujo su Civic, en el cuál colocó un ramo de flores, hasta la grúa del desguace que se situaba a final de la calle. Pero ahí no queda la cosa, pues tras el Civic estuvo tocando una banda que caminaba junto a varios vecinos de la calle, un espectáculo que requirió hasta la presencia de un coche de la policía para presidir la ceremonia.
Un espectáculo digno de película, en el que se despidió a un desdichado automóvil como si hubiese sido un personaje histórico. El apodo de “Bluey” se lo puso su dueño porque en un tiempo muy pasado, reflejaba un flamante azul celeste, del que poco quedaba ya. Como curiosidad, Bluey había sobrevivido a una colisión entre tres vehículos e incluso a un vuelco. Os dejamos un vídeo de la curiosa ceremonia y otro en el que el dueño del coche habla un poco sobre el mismo.
A todo esto, personalmente me sorprende que una persona que no ha cuidado lo más mínimo de su coche le rinda tal homenaje, porque hacía tiempo que no veía un coche que necesitaba tanto los servicios de un buen chapista. Espero que Ettling no esperase algún tipo de gratificación por parte de Honda, porque al ver el estado del coche, lo raro es que no se lo hubiese retirado la grúa municipal mientras estaba aparcado.