Como muchas veces os comentamos, el desarrollo de un automóvil no es para nada barato. Este proceso requiere una inversión que como la gran mayoría de inversiones, por no decir todas, tiene un riesgo, que en este caso es que el producto encaje o no encaje en el mercado. Es por ello que a lo largo de la historia del automóvil, muchas con las marcas que han optado por hacer lo que se suele conocer como “badge engineering”.
Este concepto hace referencia a un modelo que ha sido desarrollado y se comercializa por una marca, pero que a su vez ha sido relogotipado y se vende también por otra. Dentro de este concepto podemos encontrar muchísimos ejemplos, y a parte, podemos encontrar diferentes casos. Podemos encontrar casos de modelos cuyas marcas forman parte del mismo grupo o simples acuerdos.
También podemos encontrar casos en los que una marca le vende los derechos de fabricación de un modelo que dejaron de vender hace años, a otra para que lo haga en la actualidad, como ocurrió con el Opel Kadett, que años después de abandonar el mercado, reapareció como Daewoo Nexia.
La cuestión es que ésta es una técnica que a veces puede dar buenos resultados, y otras veces no. Normalmente, ésto puede influir en el nivel de “camuflaje”, ya que cuanto más se parezca al modelo original, más encanto perderá. Hay algunos ejemplos de este tipo de modelos que han tenido mucho éxito, como el Rover 400 y el Honda Civic, que si los ves de lado, prácticamente son el mismo coche. Sin embargo, ambas marcas supieron diferenciarlo lo suficiente para que cada uno reflejase su personalidad y su encanto.
Por otra parte, hay otros ejemplos de modelos que a penas tuvieron presencia en el mercado, como las dos últimas generaciones del Mazda 121 que compartía prácticamente todo con la cuarta y quinta generación del Ford Fiesta. Seguramente vosotros y vosotras conozcáis muchos ejemplos de éste método. ¿Cuál fue el que más os llamó la atención cuando lo visteis por primera vez? Animaos y contádnoslo en un comentario.