En España el fútbol mueve el país, para bien (si es que hay algo) y para mal, aunque de esto segundo ahora abunde más. Todo el mundo se hecha las manos a la cabeza si un presidente de un equipo intenta “robar” dinero de dentro del propio club, por motivos que no vienen a cuento, pero nadie dice nada cuando el presidente de otro club con acciones en cierta empresa privada va a recurrir a dinero público para pagar los costes de una empresa que les ha salido por la culata.
Pero todo esto viene porque ese tipo de gente, acostumbrada a programas de televisión como “El chiringuito”, “Punto Pelota” o “Jugones” donde lo único a lo que se dedican es a dar voces y a recurrir a sucias falacias para defender su postura y lamer el culo de ciertos sectores de la afición, pretenden venirnos a nosotros, los aficionados del motor, con sus mismos argumentos para intentar desprestigiarnos.
No es que nosotros seamos los más neutrales del mundo, ni tenemos la verdad absoluta, pero las vacas sagradas del motor son las mismas para todos. Ya puedes ser fan de una marca, no gustarte el diseño de ciertos modelos, o confiar en la fiabilidad de ciertos motores que una vaca sagrada no se toca por mucho que sea una marca incluso descendiente de nazis.
No soy aficionado a los coches alemanes porque su diseño continuista, excesivamente sobrio no me gusta para nada y la imagen de marca que se han ganado con los años hace que aún sea más escéptico con la calidad de sus productos. Véase la fama de Mercedes-Benz, que por relajarse hace unos años y empezar a inundar de plástico los salpicaderos de sus modelos se enfrenta a una renovación completa de la imagen de marca. Pero dentro de la cabezonería alemana también hay vacas sagradas.
Todo un BMW M3 se pasea ante mis ojos y, agarraos fuerte, no les puedo comentar a mis compañeros que me gusta sólo porque les he dicho que no me gustan los coches alemanes.
¿Y a que no sabéis que deporte les gusta? Sí, son futboleros a más no poder.
Quizás dentro de su pequeño cerebro alguna neurona se les estalló al verme adorar al eterno enemigo. ¿Estoy loco? ¿Cómo puedo hacer eso? Su capacidad cerebral no da para más que las eternas falacias, en este caso de afirmación del consecuente, ya que como no me gustan los coches alemanes, no me puede gustar un BMW M3 porque es alemán. Para que los futboleros me entiendan, el del Barça no puede decir que Ronaldo es bueno ni los del Madrid pueden decir que Messi es bueno.
Señores, el M3 es una vaca sagrada del motor y hay que rendirle homenaje cada vez que nos deleita con su presencia. Y punto. Que vuestro pequeño cerebro atrofiado por culpa de sólo tener que decidir entre A o B no os permita disfrutar de la variedad del arco iris no es mi puto problema.
Era un BMW M3 E46, total ná.